María pregunta, pero acepta. Trata de comprender, pero luego se ofrece a sí misma como una esclava, dispuesta a todo. No podemos renunciar a utilizar nuestra mente, a tratar de descubrir el sentido de lo que se nos pide, aunque esa búsqueda no pretenda lograr una claridad total. Hay una confianza absoluta que es la seguridad de que Dios no nos pedirá algo malo. Confiar en Él es saber que es un Padre que ama, que busca lo mejor para nosotros, que ve mucho más que nosotros y todo lo puede. Celebrar hoy la Inmaculada Concepción de María significa reconocer que Dios, al elegirla como madre de su Hijo, la preparó con su gracia. El poder divino la hizo plenamente disponible, liberada del orgullo humano y de todo deseo de autonomía frente a Dios.