Cita del evangelio del día: Mc 6,45-52
Después que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús enseguida dio prisa a sus discípulos para subir a la barca e ir por delante hacia Betsaida, mientras Él despedía a la gente. Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar. Al atardecer, estaba la barca en medio del mar y Él, solo, en tierra.
Viendo que ellos se fatigaban remando, pues el viento les era contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche viene hacia ellos caminando sobre el mar y quería pasarles de largo. Pero ellos viéndole caminar sobre el mar, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar, pues todos le habían visto y estaban turbados. Pero Él, al instante, les habló, diciéndoles: «¡Ánimo!, que soy yo, no temáis!». Subió entonces donde ellos a la barca, y amainó el viento, y quedaron en su interior completamente estupefactos, pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada.
Comentario del evangelio del día por San Hilario de Poitiers:
«Después que se sació la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se adelantaran a la otra orilla mientras él despedía a la gente. Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo» (Mt 14,22-23). Para poder dar razón de estos hechos hay que distinguir los tiempos. Si de noche está solo, significa su soledad en la hora de la Pasión, cuando el pánico dispersó a todos. Si ordena a sus discípulos que suban a la barca y se vayan mar adentro mientras él despide a la multitud, y una vez despedida ésta, sube al monte, es que les ordena de estar en la Iglesia y navegar por el mar, es decir, este mundo, hasta que él vuelva en gloria y dé la salvación a todo el pueblo que será el resto de Israel (cf. Rm 11,5)… y éste pueblo de gracias a Dios su Padre y se establezca en su gloria y su majestad…
«A eso de la cuarta vela de la noche, va hacia ellos». En esta expresión «la cuarta vela de la noche» se encuentra el número correspondiente a las marcas de su solicitud. En efecto, la primera vela fue la de la Ley, la segunda la de los Profetas, la tercera la de su venida corporal, la cuarta se sitúa en su venida gloriosa. Pero encontrará a la Iglesia en decaimiento y cercada por el espíritu del Anticristo y todas las inquietudes de este mundo; él vendrá en lo más fuerte de la ansiedad y tormentos… Los discípulos se encontrarán en un estado de pavor incluso antes de la venida del Señor, dudando de las imágenes de la realidad deformadas por el Anticristo y las ficciones que se insinúan en la mirada. Pero el Señor que es bueno, les hablará inmediatamente, echará fuera de ellos el miedo y les dirá: «Soy yo», disipando, por la fe en su venida, el temor del naufragio que les amenazaba.