Cita del evangelio del día: Jn 2,13-22
Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado». Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu Casa me devorará.
Los judíos entonces le replicaron diciéndole: «Qué señal nos muestras para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré». Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero Él hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.
Comentario del evangelio del día por San Agustin:
«El Señor los echó a todos del Templo.» El apóstol Pablo dice: «El templo de Dios es santo y ese templo sois vosotros» (1Co 3,17), es decir, todos los que creéis en Cristo y lo creéis hasta el punto de amarle… Todos los que lo creen son piedras vivas sobre las que se edifica el templo de Dios (1Pe 2,5); son como esta madera que no se corrompe con la que ha sido construida el arca que ni el diluvio pudo sumergir (Gn 6,14). Ese templo, el pueblo de Dios, los mismos hombres, son el lugar donde Dios escucha al que le ora. Los que oran a Dios fuera de ese templo no serán escuchados para llegar a la paz de la Jerusalén de arriba, aunque si pueden serlo para ciertos bienes materiales que Dios concede también a los paganos…
Pero es cosa muy distinta ser escuchado en lo que concierne a la vida eterna, esto no se concede más que a los que oran en el templo de Dios. Porque el que ora en el templo de Dios ora dentro la paz de la Iglesia, en la unidad del Cuerpo de Cristo, porque el Cuerpo de Cristo está constituido por la multitud de creyentes repartidos sobre toda la tierra… Y el que ora dentro la paz de la Iglesia ora «en espíritu y verdad» (Jn 4, 23); el Templo antiguo no era más que un símbolo. En efecto, era para instruirnos que el Señor echó del Templo a esos hombres que no buscaban más que su propio interés, que no iban a él más que para comprar y vender. Si este Templo tuvo que soportar esta purificación, es evidente que también el Cuerpo de Cristo, el templo verdadero, entre los que oran se mezclan compradores y vendedores, es decir, unos hombres que no buscan más que «sus propios intereses y no los de Cristo Jesús» (Flp 2,21)… Tiempo vendrá en que el Señor sacará fuera todos estos pecados.