1. Vida anacoreta
En el sermón de la montaña, Jesús había dicho: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt. 5,8). Y al joven del Evangelio que deseaba seguir a Jesús, el Señor le responde: «Si quieres ser perfecto, ve, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos, y ven y sígueme» (Mt. 19,21). El joven se entristeció porque era rico, y no quiso seguir a Jesús. Pero otros muchos cristianos, imitando a los Apóstoles, dejaron sus casas y todo cuanto tenían y se retiraron a los desiertos para vivir una vida de perfección en completa soledad, oración y penitencia. Son los ermitaños o anacoretas. Uno de los anacoretas más conocidos es San Pablo Ermitaño, que se retiró al desierto de Egipto, donde murió el año 347. A principios del siglo IV se retiró al desierto un joven llamado Antonio, que había dejado antes su inmensa fortuna a los pobres. Era San Antonio Abad, al que pronto se le unieron ortos anacoretas y, entonces, el Santo fundó una nueva manera de vida solitaria. Los nuevos ermitaños vivían cada uno en su choza solitaria, pero bajo la dirección de un padre espiritual. Tenían distribuidas las horas del día y se reunían para rezar los oficios divinos. San Antonio abad llego a tener 6000 discípulos. A la unión espiritual de los ermitaños se les llamaba colonias o lauras. Había lauras en las que vivían 10000 monjes.
2. Vida cenobítica o monacal
La vida cenobítica, vida de monjes en comunidad, la inicia y organiza san Pacomio. Pacomio nació en la Tebaida el año 292. Fue soldado y se convirtió al cristianismo el año 313. Sus grandes deseos de perfección cristiana, le llevó a la vida anacorética, junto al solitario Palamón. Pronto se unieron a Pacomio muchos discípulos en el alto Egipto. Con ellos fundó el primer monasterio con todas las características de la vida cenobítica. Todos los monjes vivían en un monasterio cerrado y se obligaban a cumplir las normas de la Regla escrita por San Pacomio. Todo quedaba organizado y determinado, la oración, la penitencia, la comida, el descanso, el apostolado, etc. En poco tiempo se fundaron ocho monasterios. En vida de San Pacomio ya eran 7000 monjes y a finales del siglo V unos 50.000. San Pacomio fundó también monasterios de monjas que pronto superaron en numero a los monjes. La vida cenobítica se fue extendiendo por Palestina, Judea, Jerusalén, Siria, Armenia, Italia. San Agustín estableció la vida en común de los clérigos en África.
3. La vida monacal en España
Tenemos datos ciertos de que en el siglo IV existía ya en España vida monástica. El concilio de Elvira (300) se ocupó de las «vírgenes consagradas a Dios». Donato fundó un monasterio en Valencia; el monasterio de San Victorino estaba cerca del Cinca; el de San Félix cerca de Toledo y se hizo muy famoso el de Cogolla. San Martín de Braga, San Valerio y Santo Toribio de Liébana propagaron la vida monástica por Portugal, la comarca del Bierzo y los Picos de Europa. En el siglo VI había en el noreste de España una red completísima de monasterios de monjes. De igual manera se extendieron por toda España monasterios de monjas. San Fructuoso, San Martín de Braga y San Isidoro de Sevilla escribieron reglas de vida monástica en España.
4. La orden Benedictina
Las distintas órdenes monacales que van surgiendo en la Iglesia se implantan en un territorio más o menos extenso. La nueva orden de San Benito que se establece en el siglo VI, se extiende por toda la Cristiandad. San Benito nació en Nursia en el año 480. Su familia era noble y el niño fue educado en Roma. De joven sintió la llamada a la vida solitaria y se retiró a una cueva de Subiaco para vivir eremíticamente. Unos monjes vecinos le pidieron que fuera su superior, pero disgustado por la exigencia de su vida ascética intentaron envenenarlo, pero el vaso se rompió al hacer la señal de la Cruz San Benito. Marchó a otro lugar solitario y el año 529 se estableció definitivamente en Monte Casino. Convirtió a los paganos de los alrededores y destruyó el templo del dios Apolo. Fundó un monasterio cuya máxima de vida era «ora et labora», reza y trabaja. Pronto mandó monjes a Terracina para fundar otro monasterio, después vinieron otros. San Benito murió el año 543. Desde el cielo pudo ver como su Orden se propagaba por toda Europa de manera maravillosa. A partir del siglo VII se puede decir que la Regla de San Benito es la Regla monástica más importante.
5. Influjo de los monjes en la vida social
Los monjes no solo vivían de perfección cristiana y difundían la fe cristiana con sus testimonios y predicación, sino que también proporcionaron a la humanidad muchos otros bienes. Los pobres encontraban ayuda y cobijo en los monasterios; los obreros, trabajo; los colonos, tierras para cultivar; los ignorantes, cultura. La civilización debe a los monjes las primeras escuelas, escuelas monacales, en las que los niños recibían una esmerada educación cristiana. La cultura se conservó y transmitió a las futuras generaciones gracias a la dedicación de los monjes al estudio, a su cuidado por adquirir códices y libros antiguos; y, sobre todo, a su paciente trabajo al transcribir preciosos manuscritos. También organizaron centros especiales de beneficencia y protección, para enfermos y huérfanos.
La fidelidad a la llamada de Jesús puede concretarse en distintas formas de vida cristiana. Si el Señor te llama a la vida monástica, has de saber que según palabras del mismo Cristo, es la mejor parte.