La coronación de espinas: Blog del Sagrado Corazón de Jesús
Se me presentó este divino Corazón como en un trono de llamas, más brillante que un sol y transparente como un cristal. Estaba rodeado de una corona de espinas, simbolizando las heridas hechas por nuestros pecados, con una cruz, que significa que desde el primer instante de su Encarnación, es decir, desde el primer momento en que fue formado este Sagrado Corazón, la cruz estuvo plantada en él. (Santa Margarita María de Alacoque, Amar al Amor)
Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio
y reunieron alrededor de Él a toda la cohorte.
Lo desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura;
trenzaron una corona de espinas y se la colocaron en la cabeza,
y le pusieron en la mano derecha una caña; y le golpearon la cabeza.
Cuando se hubieron burlado de Él, le quitaron el manto,
le pusieron sus ropas y lo llevaron a crucificarlo (Mt 27, 27-31).
Reflexionando la visión que Nuestro Señor le regala a Santa Margarita María en su segunda revelación, hecha de manera privada en el año de 1674, la vemos reflejada en el Evangelio según San Mateo. Santa Margarita, por su parte, puede ver, en el interior de Nuestro Salvador, en su Sagrado Corazón, cómo es Jesús: “más brillante que un sol y transparente como un cristal”, así es Jesús, él es la luz, es transparente, sin doblez, verdadero; sus virtudes brillan sin deslumbrar, sin lastimar la vista; “como un trono de llamas”, fuego que no quema, pero sí consume, y es capaz de consumir en amor el más duro corazón, si le dejas hacer en ti, según su voluntad. Pero también lo ve “rodeado de una corona de espinas”; en el Evangelio según San Mateo, vemos un entorno diferente, pero el centro es el mismo, es Jesús; y si vemos con mayor sensibilidad este Evangelio, contemplando el Corazón de Jesús, si: él tiene Corazón, pues es verdadero Dios y verdadero hombre; lo que veremos brillar son sus virtudes de amor y perdón de manera excelsa.
En este pasaje del Evangelio, en que nos narra la coronación de espinas, desde la preparación a esa coronación se le manda en compañía de los soldados; no es acompañado por quién representa la “autoridad”, no como se debe hacer con quien es el Soberano bien, el Hijo de Dios, porque ellos conocían su bondad, su excelencia en sabiduría y obras, además del mismo respaldo de la omnipotencia de nuestro Padre para poder realizarlas, pues nadie había obrado tales maravillas como Jesús, todas esas obras eran el brillo que Jesús irradiaba en su diario vivir.
En esta escena hay algo que no viene de él y sin embargo está presente: la corona de espinas; antes de ser coronado, se le humilla, Nuestro Señor sufre la burla de criaturas que aún siendo hechura de sus manos están carentes del amor de Dios; ellos no contaban con esa corona; la realizaron con sus propias manos pensando solo en su diversión, en la manera de rebajar, humillar y lastimar a Nuestro Salvador…
¿Cómo es que Nuestro Señor, después de haber vivido tan amargos tragos, en el año de 1674, le manifiesta a Santa Margarita María la imagen de su Sagrado Corazón aún con esta corona?… Pues él mismo lo pone en su entendimiento “simbolizando las heridas hechas por nuestros pecados”; son heridas que no matan, pero que sí hieren; algunas espinas hieren más profundo que otras heridas punzantes realizadas por nuestros pecados veniales, pecados que no nos llevan a la muerte en la amistad con Dios, pero que sí ofenden y lastiman; pecados hechuras de nuestras manos, de nuestros actos, que muchas veces realizamos como cuando los soldados trenzaron esa corona de espinas “pensando solo en nuestra diversión, en nuestras pasiones, en nuestros propios intereses”; todo pecado comienza con el desorden en cuanto al amor de Dios y a los hermanos; todos estos pecados veniales, si aumentan y quedan sin arrepentimiento, nos llevan poco a poco a cometer el pecado mortal; si vemos al final de la cita de San Mateo el siguiente paso después de la coronación, “cuando se hubieron burlado de Él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y lo llevaron a crucificar”. Después de las burlas, humillaciones y dolores que le hicieron pasar lo llevaron a crucificar, a su muerte. Todo esto es desde el actuar del hombre, ¿y desde el actuar y sentir de Jesús? Nos enseñó que el amor es más fuerte que el pecado, que todo eso que sufrió Jesús lo perdonó, que de la humillación y del dolor es donde brota el verdadero sentir de cada corazón; y en el Corazón de Jesús solamente habían llamas ardientes de amor; no se quejó, no respondió con otro mal hacia sus agresores, porque dentro de él, dentro del Corazón de Jesús, solamente encontrarás “Amor”.
“Salve, Corazón de incomparable bondad: perdóname.”
Por Taide Leticia Martínez Montiel, Guardia de Honor del Sagrado Corazón. San Luís de Potosí, Mexico.
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