Las Prodigiosos Dones de los Estigmas de San Francisco y del Padre Pío
San Francisco de Asís y el Padre Pío. El primero fue el primer estigmatizado registrado en la historia, aunque algunos expertos creen que San Pablo podría haber sido el primero. El Padre Pío fue un hijo espiritual de San Francisco de Asís y sus estigmas han sido ampliamente estudiados. El artículo presenta la narración de San Buenaventura sobre las llagas de San Francisco y la descripción de los estigmas del Padre Pío según la investigación de un Inquisidor del Vaticano. Ambos estigmatizados fueron incomprendidos por la Iglesia al principio, pero ahora son venerados y considerados ejemplos de santidad.
EL EXAMEN DE LOS ESTIGMAS DEL PADRE PÍO
En 1921, el Padre Pío fue sometido a una investigación objetiva de sus estigmas por un Inquisidor de Roma, Monseñor Raffaello Carlo Rossi. Durante el examen, Rossi examinó y detalló las heridas místicas, encontrando que la sangre que se coagulaba en las costras de las heridas salía de la piel por exudación, y no por agujeros. El santo confirmó que el dolor era intenso, y que su mano entera le dolía durante los estigmas.
En los pies del Padre Pío se encontró algo parecido a una roseta en la parte superior, y en la parte inferior, la roseta tenía poco más de una pulgada de diámetro. También había una «herida en el costado» de una pulgada en la última costilla del sacerdote estigmatizado. Monseñor Rossi proporciona una descripción del estigma del costado que se diferencia claramente de las que han dado quienes le han precedido y quienes le han seguido.
EL INICIO DE LOS ESTIGMAS
El Padre Pío reveló a Monseñor Rossi que sus estigmas comenzaron en 1911, cuando sintió dolor en las áreas donde después aparecerían. La herida del costado se formó años más tarde, en agosto de 1918, después de una visión en la que Jesús lo invitó a asociarse a su Pasión. El Padre Pío nunca pidió los estigmas y su humildad lo llevó a ocultarlos, sintiendo disgusto por tener que mostrarlos. Esto se puede ver en sus conversaciones, correspondencia, y en los testimonios recopilados por monseñor Rossi.
CONCLUSIONES DEL INQUISIDOR
Después del examen, el Obispo concluyó que los estigmas del Padre Pío no eran obra del demonio, ni un engaño, ni un fraude, ni producto de la sugestión externa. Detalles como las fiebres y el perfume a andanadas confirmaban su autenticidad. Según Francesco Castelli, las investigaciones demuestran que el dicasterio romano no fue un enemigo del Padre Pío, sino todo lo contrario. Además, el Padre Pío recibió otra herida mística real y física, aunque se habla poco de ella.
LA TRANSVERBERACIÓN DEL CORAZÓN
Cuando Padre Pío tenía 31 años, tuvo una experiencia que completó su sufrimiento espiritual y lo transformó: la transverberación. Este fenómeno es una gracia santificadora en la que el alma, ardiente de amor por Dios, es atacada interiormente y la persona, que logra una unión íntima con Dios, siente el corazón traspasado por un fuego sobrenatural. El 30 de mayo de 1918, recibió la herida de amor, y del 5 al 7 de agosto de 1918, ocurrió el fenómeno místico conocido como la Transverberación del Corazón o Asalto del Serafín, preludio de la estigmatización que ocurriría el 20 de septiembre del mismo año.
El Padre Pío describió este fenómeno como un período de superlativo martirio, que duró sin interrupción hasta la mañana del día siete. Sintió que le arrancaban las vísceras y las arrastraban fuera tras del arnés, y que todo quedaba sometido a fuego y hierro. Desde entonces, ha sentido una herida mortal en lo más profundo de su alma, que permanece siempre abierta y que le provoca espasmos continuos de dolor. Al terminar su relato, el Padre Pío lanzó un grito de angustia y preguntó si todo esto era un nuevo castigo que le imponía la justicia divina.
TODO LO CAUSA EL AMOR
El Padre Benedetto le envió una carta de consuelo al Padre Pío en respuesta a su angustioso relato de la Transverberación. En la carta, el Padre Benedetto le asegura que todo lo que está experimentando es por amor y es una prueba de su vocación a corredimir. Continúa diciendo que el Señor está con él en su dolor, como él estuvo en el Huerto de Getsemaní, y que su dolor tiene un carácter de unión dolorosa en lugar de purgación.
Le aconseja que bese la mano de quien le ha transverberado y que abrace esa llaga como sello e impronta de amor. La carta de Benedetto fue un gran consuelo para el Padre Pío y le permitió encontrar paz en medio de su dolor.
LA MISTERIOSA HERIDA QUE LO CONSUMÍA
El padre Pío expresa su agradecimiento desbordante en respuesta a la carta del padre Benedetto. Esta carta es considerada una de las más notables que el padre Pío haya escrito. Él describe cómo se siente sumergido en un océano de fuego y cómo la herida que ha sido abierta sangra sin cesar, lo que sería suficiente para darle la muerte una y mil veces. El dolor es tan intenso que a veces pierde el control y se siente furioso contra su voluntad. El padre Pío se disculpa por su comportamiento y dice que se siente impotente para resistir.
UNA HERIDA FÍSICA REAL
La herida misteriosa del Padre Pío era real y tangible, visible en su cuerpo. Comenzaba en la parte inferior del corazón y se extendía hacia abajo por la espalda en una línea transversal, causando un dolor agudo que nunca le permitía descansar. El padre Paolino, su superior y confidente, la vio en numerosas ocasiones cuando el padre Pío lo llamaba angustiado en busca de ayuda para cuidar de su maltrecho cuerpo.
Según él, lo más sorprendente de la herida era su forma, que parecía una cruz o una X, lo que sugiere que eran dos heridas y que el padre Pío fue herido con una espada en la parte inferior del corazón antes de recibir las estigmas. Además, la herida parecía una quemadura profunda en lugar de una lesión superficial. Los efectos de esta herida son similares a los producidos por el Asalto del Serafín de Santa Teresa, y puede considerarse como el verdadero principio de la crucifixión del Padre Pío.
LAS SAGRADAS LLAGAS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS
La fuente de la información que tenemos es la Leyenda Menor de San Buenaventura. Según esta leyenda, un día cercano a la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, mientras el varón de Dios oraba en una ladera de la montaña, vio descender del cielo una figura de un serafín con seis alas de fuego resplandecientes.
El serafín se movió hacia él con gran rapidez hasta detenerse en el aire, no solo estaba alado sino también crucificado, con las manos y los pies extendidos y clavados a la cruz, y las alas dispuestas de manera maravillosa. Dos de las alas se alzaban sobre su cabeza, las otras dos estaban extendidas para volar, y las dos restantes rodeaban y cubrían todo el cuerpo.
En ese momento, instruido interiormente por el serafín, comprendió que debía ser transformado en una clara imagen de Cristo Jesús crucificado, no por el martirio de la carne, sino mediante el incendio de su espíritu. Y así sucedió, cuando desapareció la visión, su alma quedó inflamada en ardores seráficos y su carne fue sellada con la imagen del Crucificado.
Inmediatamente aparecieron en sus manos y pies las señales de los clavos, las cabezas de los mismos en la parte interna de las manos y en la parte superior de los pies, mientras que las puntas sobresalían del otro lado. Las puntas de los clavos tenían una forma retorcida y estaban remachadas, sobresaliendo de la carne, mientras que las cabezas eran redondas y negras.
Además, tenía una cicatriz roja en el costado derecho, como si hubiera sido traspasado por una lanza, y sangraba con frecuencia empapando su túnica y calzones. Sus compañeros notaban que tenía impresa la semejanza con el Crucificado en las manos, los pies y en el costado.
LOS MILAGROS A TRAVÉS DE LAS LLAGAS
El varón humilde y santo, aunque trataba de ocultar con diligencia las sagradas señales, el Señor permitió que algunos prodigios manifiesten el poder oculto de esas llagas. Por ejemplo, antes de la aparición del Santo en el Monte Alvernia, se solía formar una nube oscura en el monte que provocaba violentas tormentas que devastaban los frutos de la tierra cercana. Pero después de la aparición, cesó el granizo y la región se volvió serena.
También, en la provincia de Rieti, una peste grave afectaba todo el ganado, pero un hombre que recibió una visión nocturna acudió al eremitorio donde moraba el Padre y, rociando a los animales enfermos con agua en la que el Santo había lavado sus manos y pies, la plaga pestilencial desapareció y los animales recuperaron su vigor. Desde entonces, sus manos adquirieron un poder maravilloso, sanando a los enfermos y otorgando la vida a los mortalmente heridos.
Entre sus muchos prodigios, destaca el caso de un hombre llamado Juan en Lérida, quien sufrió heridas tan graves que se creía que no sobreviviría, pero el Padre se le apareció y, al tocar sus heridas con sus manos sagradas, sanó completamente. En Potenza, un clérigo llamado Rogerio fue herido en su mano izquierda mientras pensaba ligeramente en los estigmas del Padre, pero después de invocar sus llagas, fue sanado completamente.
Estos prodigios demuestran que las sagradas señales fueron grabadas con el poder y la virtud de Aquel que puede infringir heridas y sanar a los contritos de corazón. Aunque el varón santo trataba de ocultarlas, el Señor permitió que sus señales resplandezcan como un astro brillante en medio de las densas oscuridades de este mundo tenebroso.
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