Septimo capítulo de nuestro pequeño tratado sobre la pureza.
La virtud de la Pureza: La verdadera amistad.
Busca la amistad verdadera y avanzarás en el camino del bien. Huye de la falsa amistad, sensual y mundana, que es ocasión próxima para la impureza.
la Sagrada Escritura nos habla de la amistad verdadera. «El amigo fiel es refugio poderoso y quien lo halla, halla un tesoro. El amigo leal, no tiene precio y su valor es inestimable» (Ecle 6, 14-15).
El mismo Señor Jesucristo se rodeó de amigos y fieles y se gozaba en llamarlos así: «Vosotros sois mis amigos, si hiciéreis lo que yo os mando. A vosotros os he llamado amigos, pues todas las cosas que oí de mi Padre os las he dado a conocer. (Jn 15, 14-15)».
«La verdadera amistad es un convenio para ayudarse mutuamente a gozar de Dios», escribe Bossuet. Por eso, la verdadera amistad es don de Dios y es uno de los sentimientos más excelsos que puede anidar en el corazón humano.
Buena amistad es la que me impele a la generosidad, a una vida piadosa, más alegre según Dios, lo que me ayuda a la rectitud, a la verdad, a buscar diversiones honestas, en una palabra a ser mejor cristiano.
Apártate de las malas compañias. ¡Cuántos vicios, cuántos pecados proceden de una mala amistad! Bien dice la sabiduría popular: «Dime con quien andas y te diré quien eres».
Amistades egoístas, de un momento, sensuales, de malas costumbres, sin religión, sentimentaloides, viciosas, son la muerte de la amistad. Es mejor quedarse solo que tener malas amistades que nos empujan irremisiblemente al mal. «Sólo por la verdadera amistad se distinguen los hijos de Dios de los del diablo» San Agustín.
Extraído del manual del pueblo de Dios.
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