«La verdadera justicia: proteger la vida de quienes van a nacer y ayudar a las madres» – Un texto de la Conferencia Episcopal Española.
1 – La Iglesia es “el pueblo de la vida y para la vida”
La vida de cada persona, con toda su integridad y dignidad, está en el corazón del ser y de la misión de la Iglesia, ya que hemos sido creados por el amor de Dios: “antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes de que nacieses, te tenía consagrado” (Jr 1, 5), y hemos sido redimidos por la sangre de Aquel que es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6). Jesucristo ha venido a nuestro encuentro para que los hombres “tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Aquí radica el núcleo principal de la misión pastoral de la Iglesia orientada a que la vida terrena de todo hombre alcance su plenitud, participando en la comunión con Dios Padre, acogiendo la vida nueva otorgada por Jesucristo en virtud del don del Espíritu Santo. De esta manera, somos el pueblo llamado a custodiar, anunciar y celebrar el Evangelio de la vida.
Son muchos los esposos que, con generosa responsabilidad, reciben los hijos como el don más precioso del matrimonio. Muchas familias que en virtud de una clara opción por la vida, acogen a niños abandonados, a muchachos y jóvenes con dificultades, a discapacitados y a ancianos que viven solos. Numerosos grupos de voluntarios se dedican a dar hospitalidad a quienes no tienen familia. La Iglesia, siguiendo el ejemplo de Jesús, buen samaritano, siempre ha estado en la vanguardia de la caridad efectiva. Junto a estos hechos esperanzadores, constatamos la negación de la dignidad propia de la persona humana, desde su concepción hasta su muerte natural, por parte de aquellos que defienden la despenalización del aborto o de la eutanasia.
Tenemos que afirmar una vez más que “toda amenaza a la dignidad y a la vida del hombre repercute en el corazón mismo de la Iglesia, afecta al núcleo de su fe”. En este sentido, con profundo color, contemplamos cómo esta amenaza a la vida se intensifica en nuestro país con la ley del aborto, y por eso nos urge “hacer llegar el Evangelio de la vida al corazón de cada hombre y mujer e introducirlo en lo más recóndito de toda la sociedad”.
2 – La verdadera justicia: proteger la vida de quienes van a nacer y ayudar a las madres.
En nuestra sociedad se va asumiendo una grava deformación de la verdad en lo que respecta al aborto, que es presentado como una elección justa de la mujer destinada a solucionar un grave problema que la afecta de manera dramática. Se llega incluso a incluir el aborto dentro de los llamados “derechos a la salud reproductiva”. Sin embargo, la auténtica justicia pasa por la custodia del niño que va a nacer y el apoyo integral a la mujer para que pueda superar las dificultades y dar a luz a su hijo.
Esta situación va acompañada de una evidente paradoja: cada vez es mayor la sensibilidad en nuestra sociedad sobre la necesidad de proteger los embriones de distintas especies animales. Existen leyes que tutelan la vida de estas especies en sus primeras fases de desarrollo. Sin embargo, la vida de la persona humana que va a nacer es objeto de una desprotección cada vez mayor.
El derecho del niño. El derecho primero y más fundamental es el derecho a la vida. La mal llamada interrupción voluntaria de la vida del niño en sus primeras fases de desarrollo supone una clara injusticia y una grave violación de los derechos fundamentales de la persona.
Esta violación del derecho fundamental del niño a la vida está revestida de un especial dramatismo ante el hecho de que los que atentan contra el ser más indefenso e inocente o lo dejan desamparado “son precisamente aquellos que tienen el encargo sagrado de su protección: la madre, el médico y el Estado”: En este sentido, la ley positiva que deja desprotegido un derecho fundamental de la persona es una ley injusta.
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