Palabras todas de san Juan de ávila en honor de la Virgen María:
«¿Queréis honrar a la Virgen? Llamadla Madre del Dios humanado» (Sermón 68).
¡Dignidad sobre todas las dignidades, nombre sobre todo nombre, que ni en cielo ni en tierra a pura criatura puede convenir! ¿Queréis honrar a la Virgen? Llamadla Madre de Dios humanado; porque quien esto la dice, honra le da sobre toda honra y no será sin galardón, porque ella es muy agradecida, y ama a quien la ama y honra a quien la honra» (Sermón 68).
Y porque en el vientre de la Virgen fue amasado este pan, que así se llama, el pan de la Virgen, y pues que sabemos que no es avarienta en hacernos mercedes, que bien lo sabe repartir, supliquémosle que nos alcance la gracia» (Sermón 39).
La Virgen
«¿Qué zarza es esta, que arde y no se quema? Que vean vuestros ojos una doncella preñada: está Dios en ella y no se quema, preñada está y doncella. ¿Qué zarza es esta? … Pidamos a nuestro Señor gracia para que sepamos recibir y gozar y entender algo de este misterio» (Sermón 65,1).
Maternidad espiritual de María.
La maternidad espiritual de la Virgen es una doctrina muy común y muy socorrida en los sermones de Juan de Ávila. María es Madre de gracia, es medianera, Madre y hermana nuestra, madre de misericordia o «enfermera del hospital de la misericordia de Dios» (Sermón (60), madre de los pecadores, «universal limosnera de todas las gracias» (Sermón 71).
«Te bendecimos porque nos diste a tu Madre por madre; que como es la cosa más conjunta contigo en el parentesco de la carne, así lo es en el fuego de la caridad. Y como un hierro echado en el fuego está todo lleno de él, que parece el mismo fuego, así esta Virgen bendita, echada en el horno del divino amor, sale toda tan llena e él y tan semejable a él, que es tan verdadera madre del pueblo cristiano, que en comparación de ella las madres no merecen nombre de madres» (Sermón 69).
«Entendamos muy de verdad que, con el grande amor que nos tiene, desea que vayamos donde ella está, y que para esto está muy aparejada para socorrer a cualquiera persona en cualquier tiempo y negocio en que la llamare. Riquísima es, para todos tiene» (Sermón 69).
María y el Espíritu
«Hízolos sentar a todos. Estaban sentados en los poyos, o hincados de rodillas, en oración; los confortó; les puso confianza; y luego la Santísima Virgen, habiendo compasión de aquel ganadillo que le había quedado, se hincó de rodillas, alzó sus manos al cielo y, con lágrimas que salían de sus benditísimos ojos, comenzó a rogar a su amado Hijo: ¡Oh, Señor mío y dulce Hijo mío, os ruego por el amor que me tenéis, por los merecimientos vuestros, por los méritos de vuestra benditísima pasión, tened por bien de consolar a estos vuestros apóstoles. Enviadles, Señor, el Consolador que los consuele; cumplid, Señor, la palabra que en vuestro nombre les he dado, que vendría el Espíritu Santo Consolador; a estos flaquillos, enviadles, Hijo mío, vuestro Espíritu Santo» (Sermón 32).
La devoción mariana
«¿Qué haré para tener devoción a la Virgen?»(Sermón 63).
«Todo lo que mi Hijo os dijere hacedlo. Y así el mayor servicio que le podéis hacer es hacer lo que manda su Hijo: «Señora, por vuestro amor perdono esta injuria». ¿Tenéis amor malo a mujer?:
«Quiero apartarme de ella por vos. Quiero callar silencio quiero tener por amor de vos; aquello que más me duele hacerlo o dejarlo de hacer, ofrecerlo por la Virgen».
Que quererla bien y no imitarla, poco aprovecha. Imitémosla en la humildad y en las demás virtudes; porque ella es el dechado de quien hemos de sacarlas; y haciendo esto nos alcanzará gracia y después gloria» (Sermón 63).
«Pensáis que es ser devotos de la Virgen, cuando nombran a María, quitaros el bonete no más? Más hondas raíces ha de tener su devoción … ¿Qué raíces? Una gran devoción de corazón con la Virgen; y quien esta no tiene, no descanse hasta que la halle. Una de las señales de los que se han de salvar es tener gran devoción a la Virgen… ¿Qué haré para tener devoción con la Virgen? ¿No le tenéis devoción? Harto mal tenéis; harto bien os falta; más querría estar sin pellejo que sin devoción de María» (Sermón 63).
El Santo recomienda vivamente a los presbíteros tener una gran devoción a la Madre de Dios.
«¡Oh, qué ejemplo para los que tienen cargo de ánimas! Del cual pueden aprender la saludable ciencia del regimiento de ánimas, la paciencia para sufrir los trabajos que en apacentarlas se ofrecen. Y no sólo será su maestra que los enseñe, mas, si fuere con devoción de ellos llamada, les alcanzará fuerzas y lumbre para hacer bien el oficio» (Sermón 70).
Se hubiera que resumir en pocas palabras la doctrina del Santo sobre la devoción a la Virgen habría que decir: «Señora, nuestro oficio será pensar en vos, hablar de vos, seguiros a vos en vuestra vida y mirar cómo hacíais y así hacer nosotros… gastarnos hemos todos en vuestro servicio» (Sermón 61).
«Advirtamos mucho que somos naturalmente inclinados a estos negocios de fuera y enemigos y descuidados de la virtud interior y por esto los que los hacen y los que los miran no se descuiden en contentarse con ellos a solas, ni paren en ellos, mas tómenos como motivo y despertador del amor y devoción interior… (Sermón 35).
Por eso en la época de Navidad donde el culto se hace especialmente exterior va a recomendar: «Señor, ¿de qué os quejáis, que no os dan posada? ¿No tenéis grandes custodias de oro y plata y de piedras preciosas? ¿No estáis cubierto con ricos paños de brocado?» (Sermón 41).
Juan de Ávila, gran evangelizador nos recomienda:
«Rogad a la Virgen que os dé ojos para saberla mirar. Cuando yo veo una imagen con un Niño en los brazos, pienso que he visto todas las cosas» (Sermón 4).