40 días de amor
La cuaresma es un tiempo especial que dura 40 días. Es uno de mis momentos preferidos del año porque es la única época en la que puedes hacerte propósitos y nadie de tu entorno católico puede meterse contigo. Con esto me refiero a que si de tu corazón sale el deseo de ayunar de televisión, o ayunar dos días seguidos a pan y agua, nadie puede decirte nada porque lo haces por amor y en el amor.
He querido escribir un artículo sobre la cuaresma y dejaros los mejores consejos para vivir la Cuaresma:
Para mí la cuaresma es el momento en el que voy a hacer algo por alguien y éste no se va a enterar. Es el momento en el que dedicaré un tiempo que será tanto para el Señor como para mi prójimo.
Yo llamaría a la cuaresma “los 40 días de amor”, ya que es un tiempo que doy con todo mi corazón sin esperar gratificación alguna. Jesús dio su vida por mí sabiendo que yo nunca podría pagarle lo que hizo. Eso es sin duda amor verdadero y es lo que me propongo hacer durante los cuarenta días que dura la cuaresma.
Lo que haré lo dejaré en lo secreto de mi corazón, allí donde Jesús y María saben y ven la intención, el porque lo llevo a cabo, el amor que pongo en ello y el esfuerzo que hago.
El que en sus carnes se mortifica es como si hiciera una oración prolongada que no termina hasta que deja de hacer esa mortificación. Por ello, el que reza con amor y con el corazón es bendecido por el Señor. Pero el que hace oración en sus carnes es como si estuviera día y noche en oración. La oración de mortificación que se relaciona con la carne o cuerpo se refiere a aquellas imposiciones voluntarias de dejar de comer algo, o comer aquello que no te gusta, o cosas de este tipo. No estoy hablando de mortificaciones como las de la edad media, porque esto no lo quiere el Señor.
Las mortificaciones dan miedo a algunos y piensan que no son necesarias, y que es algo anticuado de la Iglesia. Hay que saber que todos los santos se han mortificado, desde los inicios hasta nuestros días y que no es algo que sólo hacían algunos santos en la antigüedad.
Las mortificaciones tienen un sentido muy concreto: se configuran con la Cruz de Cristo y se convierten en acto de amor. Con ello la persona que eligió mortificarse va luchando contra sí misma y esa lucha lo libera. Parece un sinsentido pero es así. La lucha es contra su amor propio que le impide y le da excusas para no mortificarse. El demonio y la carne son muy sutiles con estos temas. Vendrán excusas al intelecto que parecerán totalmente coherentes y lógicas.
El amor propio es lo que nos impide caminar con toda libertad hacia la voluntad de Dios. Mientras caminamos por el camino de la vida nuestros pies a menudo se arrastran y se nos hacen pesados. La mortificación en los días de la cuaresma son un regalo de enormes proporciones que nadie es capaz de ver.
La Iglesia es tan rica en el consejo espiritual que no son pocas las ayudas que podemos recibir en esta materia.
Los santos nos han dado los mejores consejos para vivir la Cuaresma :
Santa Teresa de Ávila dice, sobre el amor propio, que muere veinte minutos después de nosotros.
San Silvano del Monte Athos nos deja esta perla sobre la mortificación y lo necesaria que es: «Para ser verdaderamente libres, hay que empezar por atarse a sí mismos».
Mateo 16, 24 dice: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
San Pablo lo presenta como una especie de ley del espíritu: «Si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis» (Rom 8,13).
Se trata de saber si queremos vivir «para nosotros mismos» o «para el Señor» (Cor 5,15).
Raniero Cantalamessa nos dice que vivir «para uno mismo» significa vivir para la propia comodidad, la propia gloria, el propio progreso; vivir «para el Señor» significa poner siempre en primer lugar, en nuestras intenciones, la gloria de Cristo, los intereses del Reino y de la Iglesia. Cada «no», pequeño o grande, dicho a uno mismo por amor, es un «sí» dicho a Cristo.
Y hasta aquí los mejores consejos para vivir la cuaresma. ¿Qué vas a hacer tú en esta cuaresma?, ¿Ya lo sabes?
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