• 06/01/2025

Oración a María de San Pedro de Alcántara

¡Oh María, María, María, Virgen Santísima, Madre de Dios, Reina del cielo, Señora del mundo, Sagrario del Espíritu Santo, Lirio de pureza, Rosa de paciencia, Paraíso de deleites, Espejo de Castidad, Dechado de inocencia! Ruega por este pobre desterrado y peregrino, y parte con él de las sobras de tu abundantísima caridad. Amén.

Escritos de San Pedro de Alcántara:

Comentamos el “Tratado de la oración y meditación” que escribió el santo. Puedes buscar en internet esta obra para leerla, nosotros transcribimos el comentario de la misma, escrito por:

Mariano Acebal Luján, O.F.M., 
San Pedro de Alcántara, santo franciscano
en Santuario (Arenas de San Pedro), núm. 124, noviembre- diciembre 1998,

La atribución de esta obra a Pedro de Alcántara ha suscitado una larga querella. Algunos han pensado que había que atribuirla a Luis de Granada († 1588; DS, t. 9, col. 1043-54), como una recopilación sacada de su célebre Libro de la oración aparecido en 1553. Se conoce también el de Martín de Lillo, Suma de Fray Luis de Granada (Alcalá, 1558, en la Biblioteca Vaticana, Barberini U. XI. 45), el de Hernando de Villarreal (edición de 1559 desaparecida; Alcalá, 1570); otro anónimo (Alcalá, 1571), y el que hizo el mismo Granada (Recopilación breve del Libro…, Salamanca, D. de Portonariis, 1574).

No es dudoso que la obra impresa bajo el nombre de Pedro tome prestado de la de Granada y le resuma frecuentemente. Pero Pedro aporta mucho de sí mismo y da a su obra un carácter más concentrado y más contemplativo. La dificultad está en esclarecer la historia de la composición.

Parece que un primer trabajo del santo sobre la oración circulaba en manuscrito en 1537 (cf. el testimonio de María, infanta de Portugal, muerta en 1577). Una primera edición debió aparecer después de 1548, la cual se perdió. La edición más antigua que tenemos es la procurada por Juan Blavio en Lisboa, sin fecha; se discute si apareció en 1556 ó 1558 (70 páginas; único ejemplar conocido en la Biblioteca Nacional de Lisboa, Res. 1395 A). Después las ediciones se multiplican [en diferentes lenguas, que se citan una por una].

La aportación más importante de Pedro es de orden pedagógico y doctrinal; buscando atender a las gentes pobres en medios y en tiempo, escribe en un estilo sobrio y conciso, muy diferente del elocuente y abundante de Granada; da una enseñanza sólida y al mismo tiempo atrevida para su época, visto el amplio público al que se dirige, orientaciones nítidas, seguras y suficientemente completas sobre la oración. Utiliza el Libro de su amigo Granada sin plagiarlo; lo condensa, lo completa aquí y allá, lo mejora frecuentemente (por ejemplo, en la estructura de las exposiciones), añade y llega a realizar uno de los mejores manuales de oración.

Pedro cita poco: además de las Escrituras, Agustín, Bernardo, las Meditationes vitae Christi de Juan de Caulibus, Juan Tauler, Lorenzo Justiniano, Alonso de Madrid, Francisco de Osuna, Antonio de Guevara, laInstrucción para novicios de Martín de Santa María Benavides.

Ciertas inserciones debidas a Pedro y que no se encuentran en Luis de Granada parecen suponer el conocimiento del texto español de los Ejercicios espirituales de San Ignacio; Francisco de Borja se lo habría comunicado a Pedro.

La obra, dividida en dos partes, comienza tratando del fin del hombre, de la vida purificante, de la meditación.

El capítulo uno, propio de Pedro, enseña el fruto que se espera de la oración: la devoción, que define con Tomás de Aquino.

El capítulo dos indica las materias de meditación (=las de la tarde en la obra de Granada, evocan las de las dos primeras semanas de los Ejercicios ignacianos).

Un corto capítulo tres precisa que estas meditaciones convienen al principio de la conversión, cuando el hombre vuelve a Dios.

El capítulo cuatro ofrece siete meditaciones sobre la Pasión, la Resurrección y la Ascensión (=meditaciones de la mañana en la obra de Granada; mismos temas que en la tercera y cuarta semanas de los Ejercicios).

El capítulo cinco expone el conjunto de las seis partes de las que se compone la oración: preparación, lectura, meditación, acción de gracias, ofrenda, petición (Granada no menciona la ofrenda), partes que son el objeto de los capítulos seis al once, donde Granada es muy utilizado (por ejemplo, los capítulos siete a nueve).

El capítulo once se inspira en Osuna, en Granada, los cuales siguen a Luis de Blois en la petición última del amor de Dios, pero él es más «extático», más orientado hacia la Encarnación que a la Pasión, más afectivo también.

El capítulo doce contiene 8 Avisos (Granada no trae más que siete):

  1. No ser esclavo del método.
  2. No razonar demasiado.
  3. Controlar los movimientos afectivos para evitar lo artificial.
  4. Evitar la contención.
  5. ¿Qué hacer cuando falta la devoción?
  6. Duración de la oración (mejor una larga que dos cortas).
  7. Cuando el alma es visitada por el Señor, de lo que ella se aprovecha (es la teoría franciscana de las paradas, pausas).

Viene después el octavo aviso: «Se debe procurar en este santo ejercicio mezclar meditación y contemplación, de manera que, cuando se ha alcanzado el puerto no hay que navegar más».

La doctrina aquí enseñada es equivalente a lo que después se ha llamado contemplación adquirida, o incluso la oración de sencillez.

La segunda parte trata de la devoción, la cual proviene del amor como la llama del fuego. Los cinco capítulos precisan la noción, los medios que la favorecen, las causas que la perjudican, dan avisos para la vida espiritual. Esta segunda parte trata, de hecho, de la vida unitiva.

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