«Respeto y protección de la vida humana»
Hay que recordar que el grado de humanización de una sociedad se puede medir sobre todo por el respeto que manifiesta y por la manera que tiene de acoger la vida humana y a las personas que sufren discapacidades o enfermedades.
Juan Pablo II, en su encíclica El evangelio de la vida, hizo un canto a la vida humana poniendo de relieve el valor y el carácter inviolable de la vida de cada persona, desde el primer momento de su concepción hasta la llamada de Dios al término de la existencia en este mundo. Es muy actual, también entre nosotros, esta petición que aquel Papa hizo a cada persona en nombre de Dios: “Respeta, defiende, ama y sirve a la vida, ¡a toda vida humana! Sólo siguiendo este camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad, verdadera paz y felicidad”.
El don maravilloso de la vida humana, fruto del amor de los esposos y de la obra creadora de Dios, ha de ser acogido con gran respeto y con protección desde el primer momento de su concepción. Por esto, como tuve ocasión de decir públicamente en la catedral, recibimos con un profundísimo dolor las noticias de los abortos que aquí y en muchas otras partes se practican, matando vidas humanas, violando el precepto divino de no matar, dejando un profundo trauma en las personas que recurren al aborto y creando una cultura de muerte en la sociedad.
Sólo Dios es el dueño de la vida. La vida humana tiene un carácter sagrado e inviolable, en la que se refleja la inviolabilidad del mismo Creador. Precisamente por esto, Dios es juez severo de toda la violación del mandamiento “no matarás”, que se encuentra en la base de la convivencia social. Dios es el defensor del inocente.
El Concilio Vaticano II hizo un juicio muy duro y explícito sobre al aborto provocado, es decir, querido como un fin o como un medio. “Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la altísima misión de perpetuar la vida, misión que ha de ser ejercida de una manera digna del hombre. Así, pues, la vida, una vez concebida, ha de ser protegida con la mayor solicitud: el aborto y el infanticidio son crímenes abominables”.
Este maravilloso y sagrado don de la vida humana pide y urge a todos, y de una manera especial a las personas que tienen responsabilidades públicas, que sea respetado el derecho a la vida, explícitamente reconocido en el artículo 15 de la Constitución española. “Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral”. Es necesario que toda la sociedad tome conciencia de la gravedad del aborto y defienda toda vida humana. Sólo el respeto a toda vida humana humaniza a la sociedad y crea una autentica cultura de la vida.
Cardenal Lluís Martínez Sistach
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