• 12/02/2025

San Agustín de Hipona: Zacarías y su silencio

San Agustín de Hipona: Zacarías y su silencio

[Llenos de admiración hemos escuchado en el Evangelio] el nacimiento de San Juan. ¡Cuál no será la gloria del juez si es tanta la del heraldo! ¡Cómo será el camino que ha de venir si es tal quien lo prepara! La Iglesia considera, en cierto modo, sagrado el nacimiento de Juan. No se encuentra ningún otro entre los Padres cuyo nacimiento celebremos solemnemente. Celebramos el nacimiento de Juan y el de Cristo, lo cual no puede carecer de significado, y, aunque quizá yo sea incapaz de explicarlo como merece la grandeza del asunto, da origen a pensamientos fructíferos y profundos. Juan nace de una anciana estéril, y Cristo de una jovencita virgen. A Juan lo da a luz la esterilidad, y a Cristo la virginidad. En el nacimiento de Juan, la edad de los padres no era la adecuada, y en el de Cristo no hubo abrazo marital. Juan es anunciado por un ángel que lo proclama; Cristo es concebido por el anuncio del ángel. No se da crédito al nacimiento de Juan, y su padre queda mudo; se cree el de Cristo, y es concebido por la fe. Primero llega la fe al corazón de la virgen; luego le sigue la fecundidad en el seno de la madre. Y, sin embargo, son casi las mismas las palabras de Zacarías y las de María. Aquél, cuando el ángel le anunció a Juan, le dijo: ¿Cómo conoceré esto? Yo soy anciano y mi mujer ya está entrada en años. Esta dijo al ángel que le anunció su futuro parto: ¿Cómo sucederá eso, pues no conozco varón? Palabras casi idénticas. A Zacarías se le responde: Quedarás mudo, sin poder hablar, hasta que acontezca lo dicho, por no haber creído mis palabras, que se realizarán a su tiempo. A María, en cambio: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y él poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso lo que nazca de ti será santo y será llamado Hijo de Dios. El es reprendido, ella aleccionada. A él se le dice: Por no haber creído; a ella: «Recibe lo que pediste.» Las palabras son casi las mismas: ¿Cómo conoceré eso? y ¿Cómo sucederá eso? Pero a quien es capaz de escuchar las palabras y ver el corazón no se le ocultaba éste. Un pensamiento se ocultaba debajo de cada una de estas expresiones; se ocultaba a los hombres, no a los ángeles; mejor, no se le ocultaba a quien hablaba por medio del ángel. Por último, nace Juan cuando la luz del día comienza a disminuir y a crecer la noche; Cristo nace cuando las noches decrecen y los días se alargan. Y como si el mismo Juan hubiese advertido el simbolismo de los dos nacimientos, dijo: Conviene que él crezca y yo mengüe. He aquí lo que propuse para investigar y discutir. Os he anticipado esto; pero, si soy incapaz de escrutar toda la profundidad de tan gran misterio por falta de luces o de tiempo, mejor os enseñará quien habla dentro de vosotros incluso en ausencia mía, en quien pensáis devotamente, a quien recibisteis en el corazón, convirtiéndoos en templos suyos. Juan, pues, parece ser una especie de límite entre los dos Testamentos, el Antiguo y el Nuevo. Que él es, en cierta manera, un límite, como acabo de afirmar, lo atestigua el mismo Señor al decir: La ley y los profetas llegan hasta Juan bautista. Es, pues, la personificación de la antigüedad y el anuncio de la novedad. En atención a lo primero, nace de padres ancianos, y en atención a lo segundo, se muestra como profeta ya en el seno de la madre. Aun antes de nacer exultó de gozo en el seno de su madre ante la presencia de Santa María. Ya entonces se declaró; se declaró aun antes de nacer; aparece de quien es precursor antes de que le vea. Son misterios divinos que exceden la medida de la fragilidad humana. Por último, nace, se le impone el nombre y queda libre la lengua del padre. Refiere todo lo acontecido a su significado; procura solamente no negar la realidad de los hechos alegando, tal vez, que se trata de puros relatos simbólicos. Lo realmente acontecido refiérelo a su significado y contempla el gran misterio. Calla Zacarías, e incluso pierde la voz, hasta que nació Juan, el precursor del Señor, y le devolvió la voz. ¿Qué significa el silencio de Zacarías sino el velo de la profecía, que antes de la pasión de Cristo se hallaba, en cierto modo, oculta y encerrada? Con su llegada se abre; se desvela al venir el profetizado. Esto es lo que significa la recuperación del habla por parte de Zacarías en el nacimiento de Juan: lo mismo que la escisión del velo en la crucifixión de Cristo. Si Juan se hubiese anunciado a sí mismo, no hubiese abierto la boca de Zacarías. Se desata la lengua porque nace la voz. En efecto, cuando Juan anunciaba ya al Señor, se le preguntó: Tú ¿quién eres? Y él respondió:Yo soy la voz del que clama en el desierto.   Necesitamos una pequeña ayuda mensual o puntual según tus posibilidades para seguir con Tekton. ¡Ayúdanos! Gracias y que Dios te bendiga.