Sobre San Buenaventura:
En el calendario litúrgico el 15 de julio es la memoria de san Buenaventura de Bagnoregio, franciscano, doctor de la Iglesia, sucesor de san Francisco de Asís en la guía de la Orden de los Frailes Menores. Escribió la primera biografía oficial del «Poverello» y al final de su vida fue también obispo de esta diócesis de Albano. En una carta suya, Buenaventura escribe: «Confieso ante Dios que la razón que me ha hecho amar más la vida del beato Francisco es que ésta se parece a los inicios y al crecimiento de la Iglesia» (Epistula de tribus quaestionibus, en Opere di San Bonaventura. Introducción general, Roma 1990, p. 29).
Estas palabras nos remiten directamente al Evangelio de este domingo, que nos presenta el primer envío en misión de los doce apóstoles por parte de Jesús: «Llamó a los Doce -narra san Marcos- y los fue enviando de dos en dos… Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto» (Mc 6,7-9). Francisco de Asís, después de su conversión, practicó a la letra este Evangelio, llegando a ser un testigo fidelísimo de Jesús; y asociado de modo singular al misterio de la Cruz, fue transformado en «otro Cristo», como lo presenta precisamente san Buenaventura.
Toda la vida de san Buenaventura, igual que su teología, tienen como centro inspirador a Jesucristo. Esta centralidad de Cristo la encontramos en la segunda lectura de la misa de hoy (cf. Ef 1,3-14), el célebre himno de la carta de san Pablo a los Efesios, que comienza así: «Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo». El apóstol muestra entonces cómo se ha realizado este proyecto de bendición en cuatro pasajes que empiezan todos con la misma expresión «en Él», referida a Jesucristo. «En Él» el Padre nos ha elegido antes de la creación del mundo; «en Él» hemos sido redimidos por su sangre; «en Él» hemos sido constituidos herederos, predestinados a ser «alabanza de su gloria»; «en Él» cuantos creen en el Evangelio reciben el sello del Espíritu Santo.
Este himno paulino contiene la visión de la historia que san Buenaventura contribuyó a difundir en la Iglesia: toda la historia tiene como centro a Cristo, quien garantiza también novedad y renovación en cada época. En Jesús, Dios ha dicho y dado todo, pero dado que Él es un tesoro inagotable, el Espíritu Santo jamás termina de revelar y de actualizar su misterio. Por ello la obra de Cristo y de la Iglesia no retrocede nunca, sino que siempre progresa.
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