San Francisco de Sales: Cuidado con que nadie os engañe cuando el fin tenga que llegar
Nadie está exento de tentaciones, pero si somos conducidos por el Espíritu de Dios, no hay por qué temerlas, pues podemos estar seguros de que Él nos hará salir victoriosos.
Pero tampoco las busquemos ni las provoquemos, pues no somos más valientes que David o que nuestro divino Maestro, que tampoco las fue a buscar…
Pero es cosa cierta que, yendo sólo al servicio de Dios, nadie puede evitar la tentación.
Es, por tanto, muy necesario preparar nuestra alma para la tentación, por perfectos que seamos y estemos donde estemos hay que tener muy presente que ella nos atacará; así hay que prepararse y proveerse de las armas necesarias para combatir con valor, para lograr la victoria, ya que la corona sólo es para los que luchan y vencen.
Jamás debemos confiar en nuestras fuerzas ni en nuestro valor e ir a buscar la tentación, pensando en vencerla; pero si nos encontramos con ella, allí donde el Señor nos ha llevado, debemos mantenernos firmes en nuestra confianza en El, pues nos fortificará en los ataques del enemigo, por más furiosos que sean.
Quien va armado de la fe, nada tiene que temer y es esa la única arma necesaria para rechazar y confundir al enemigo, pues decidme, os ruego, ¿qué cosa podrá dañar al que dice el Credo? “Creo en Dios, que es nuestro Padre, y Padre todopoderoso.
Al decir esas palabras estamos demostrando que no confiamos en nuestras fuerzas y que solamente en la virtud de Dios Padre Todopoderoso osamos emprender el combate y esperar la victoria.
No busquemos otras armas ni otros inventos para rechazar el consentimiento a la tentación, sino únicamente decir; “Yo creo.” Y ¿en qué creéis? En Dios, Mi Padre Todopoderoso.
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