• 23/01/2025

San Francisco de Sales sobre la difamación

San Francisco de Sales sobre la difamación:

El juicio temerario engendra inquietud, desprecio del prójimo, orgullo, complacencia en sí mismo y cien otros efectos muy perniciosos, entre ellos la maledicencia, verdadera peste de las conversaciones y que ocupa el primer puesto entre estos males.

Si yo tuviera un carbón ardiendo, para purificar de este pecado los labios de los hombres, como el ángel purificó los del profeta Isaías. Quien quitase la maledicencia del mundo, quitaría una gran parte de los pecados y de las injusticias. La maledicencia es una especie de homicidio. En efecto, tenemos tres clases de vida:
la vida espiritual, que vive en la gracia de Dios; la vida corporal, que está en el alma y la vida civil que está en la reputación. El pecado nos quita la primera; la muerte, la segunda; y la maledicencia la tercera.

El maldiciente, con un sus movimiento de la lengua, lleva a cabo tres muertes: asesina a su alma y al alma del que le escucha y quita la vida civil a quien está quitando la fama. El demonio está en la boca del maldiciente y en el oído del que le escucha.

Te conjuro, Filotea, que jamás hables mal de nadie, ni directa ni indirectamente. Guárdate de achacar faltas imaginarias a tu prójimo, de revelar sus secretos pecados, de agrandar los que todos ven.

También debes guardarte de interpretar mal las buenas acciones, de negar lo bueno que sabes de otra persona, o de disimularlo maliciosamente, o de disminuirlo… Ofenderías a Dios gravemente. Pero, sobre todo, evita el acusar falsamente o deformar la verdad en perjuicio del prójimo; serías doblemente culpable: mintiendo y haciendo daño a otro.

… En dos palabras: cuando hable del prójimo, mi lengua debe estar en mi boca como el bisturí en manos del cirujano, que va a trabajar entre nervios y tendones. El tajo ha de ser tan certero y justo, que yo no diga ni demasiado ni demasiado poco. Y sobre todo, que, al reprobar el vicio, salve, en lo posible a la persona que lo ha cometido.

 

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