San Jerónimo: El Camino al cielo
14. Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios… Desapareciendo la sombra, aparece la verdad. San Juan en la cárcel, la ley en Judea; Jesús en Galilea, San Pablo predicando a las gentes el Evangelio del reino. La pobreza sucede al reino terreno, el reino sempiterno se da a la pobreza de los cristianos. La honra terrena se compara a la espuma, al agua helada, al humo o al sueño.
15. decía: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio» Hace penitencia el que quiere unirse al eterno Bien, esto es, al reino de Dios. El que desea la almendra de la nuez, rompe la cáscara. La dulzura de la fruta compensa la amargura de la raíz. La esperanza del enriquecimiento hace agradables los peligros del mar, la esperanza de la salud mitiga el dolor que causa la curación. Así, pues, los que merecieron llegar a la palma de la indulgencia son los que pueden anunciar dignamente las enseñanzas de Cristo. Y por esto, después que dijo: «Haced penitencia», añadió: «Y creed en el Evangelio, porque si no creyereis, no le entenderéis». Haced penitencia y creed, esto es, renunciad a las obras de muerte. Porque, de ¿qué aprovecha creer sin buenas obras? Porque no lleva a la fe el mérito de las buenas obras, sino que empieza la fe para que sigan las buenas obras.
16-20. Místicamente: somos conducidos al cielo, como Elías, en esta carroza de los cuatro pescadores. La primera Iglesia se construye sobre estos cuatro vértices. Por las cuatro letras hebreas conocidas como tetragrammaton [1], reconocemos el nombre del Señor. A nosotros se nos aconseja con este ejemplo a que oigamos la voz de Dios que nos llama, y que olvidemos al pueblo de los vicios y la casa del trato paterno. Todo esto es necedad para Dios, y es como una red de telas de araña en la que -como a los mosquitos apenas caídos en ella- nos sostenía el aire, que está suspendido sobre la nada. De este modo debemos rechazar la barca del antiguo trato del mundo. Adán, que es nuestro padre según la carne, se cubría con pieles de animales muertos. Ahora, habiendo depuesto al hombre viejo con sus obras, y siguiendo al nuevo, nos cubrimos con las pieles de Salomón, con las cuales se vanagloriaba la esposa de parecer hermosa. Simón significa obediente, Andrés viril, Santiago suplidor, Juan gracia. Por estos cuatro nombres nos convertimos en imagen de Dios. La obediencia para que oigamos; la virilidad para que luchemos; el suplemento para que perseveremos; la gracia para que nos conservemos. Estas cuatro virtudes son llamadas cardinales, pues por la prudencia obedecemos, por la justicia obramos virilmente, por la templanza pisamos a la serpiente, y por la fortaleza merecemos la gracia de Dios.
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