San Juan Casiano: La clave es la Caridad
Muchos que, por seguir a Cristo habían menospreciado fortunas considerables, cantidades enormes de oro y plata y magníficos dominios, después se dejaron turbar por una lima, por un punzón, por una aguja, por una pluma de escribir… Después de haber distribuido todas sus riquezas por amor a Cristo, conservan su antigua pasión y la ponen en cosas vanas y se encolerizan fácilmente por defenderlas. No teniendo la caridad de la que habla san Pablo su vida está marcada por la esterilidad. El bienaventurado apóstol previó esta desdicha: «Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve», dice (1Co 13,3). Es una prueba evidente que por el mero hecho de haber renunciado a todas las riquezas y despreciado honores, la perfección no se alcanza de golpe si no se une a ello la caridad que el apóstol nos describe bajo diversos aspectos.
La perfección se encuentra solamente en la pureza de corazón. Porque rechazar la envidia, el creerse más que los demás, la cólera y la frivolidad, no buscar el propio interés, no complacerse en la injusticia, no llevar cuenta del mal, y todo lo demás (1Co 13,4-5): ¿acaso es otra cosa que ofrecer continuamente a Dios un corazón perfecto y puro y guardarlo indemne de cualquier movimiento de pasión? La única finalidad de nuestras acciones y deseos será, pues, la pureza de corazón.
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