San Juan Casiano: Orar sin desanimarse
El fin del monje y la perfección del corazón consisten en una perseverancia ininterrumpida en la oración. En la medida que es posible a la fragilidad humana, la oración incesante es un esfuerzo que conduce a la tranquilidad del alma y hacia una perfecta pureza de corazón. Esta es la razón por la que nos dedicamos al trabajo manual y a la búsqueda del auténtico arrepentimiento del corazón con una constancia incansable.
Para que la oración sea todo lo ferviente y pura que conviene, es necesario ser fiel a los puntos siguientes. Ante todo, una liberación total de las inquietudes que vienen de la carne. Luego, ningún asunto, ningún interés o preocupación debe inquietar en la oración. Antes que nada, hace falta suprimir a fondo los desórdenes causados por la cólera y la tristeza. Luego hacer morir en el interior todo deseo carnal y el apego al dinero. Después de esta purificación que conduce a la pureza y la simplicidad, hay que asentar los fundamentos de la humildad profunda, capaz de sostener la torre espiritual que tiene que llegar hasta el cielo. Por fin, para que sobre este fundamento repose todo el edificio espiritual de las virtudes, conviene apartar del alma toda dispersión y divagación en pensamientos fútiles. Entonces es cuando se va elevando, poco a poco, un corazón purificado y libre, hasta la contemplación de Dios y la intuición de las realidades espirituales.
San Juan Casiano
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