• 12/12/2024

San Juan Pablo II: Toma la Cruz

San Juan Pablo II: Toma la Cruz

«¡Toma la cruz!».

La cruz se ha de acoger, ante todo, en el corazón, y después se ha de llevar en la vida.

Muchos cristianos han abrazado la cruz a lo largo de los siglos: ¿podemos dejar de dar gracias a Dios por ello? Y vosotros…, sois testigos de cómo el mensaje de muerte y resurrección, que brota de la cruz, se convierte en anuncio de esperanza que conmueve y consuela, fortalece el espíritu y apacigua el corazón. ¡Cuán actuales resultan las palabras de Jesús: «Cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32), y «Mirarán al que traspasaron» (Jn 19, 37)!

Hoy queremos proclamar con vigor el evangelio de la cruz, es decir, de Jesús muerto y resucitado para el perdón de los pecados. Este anuncio salvífico, que asegura a los creyentes la vida eterna, desde el día de Pascua no ha dejado nunca de resonar en el mundo.

…«Amor» ¿No es la cruz el mensaje del amor de Cristo, del Hijo de Dios, que nos amó hasta ser clavado en el madero de la cruz? Sí, la cruz es la primera letra del alfabeto de Dios.

«Amor» ¿No es la cruz el mensaje del amor de Cristo, del Hijo de Dios, que nos amó hasta ser clavado en el madero de la cruz? Sí, la cruz es la primera letra del alfabeto de Dios.

4. La cruz no es algo extraño para la vida de todo hombre y mujer de cualquier edad, pueblo y condición social. Durante este encuentro habéis conocido a varias personas, más o menos famosas. Estas, de diferentes modos, han encontrado y encuentran el misterio de la cruz; han sido tocadas y, en cierto modo, marcadas por ella. Sí, la cruz está inscrita en la vida del hombre. Querer excluirla de la propia existencia es como querer ignorar la realidad de la condición humana. ¡Es así! Hemos sido creados para la vida y, sin embargo, no podemos eliminar de nuestra historia personal el sufrimiento y la prueba. Queridos jóvenes, ¿no experimentáis también vosotros diariamente la realidad de la cruz? Cuando en la familia no existe la armonía, cuando aumentan las dificultades en el estudio, cuando los sentimientos no encuentran correspondencia, cuando resulta casi imposible encontrar un puesto de trabajo, cuando por razones económicas os veis obligados a sacrificar el proyecto de formar una familia, cuando debéis luchar contra la enfermedad y la soledad, y cuando corréis el riesgo de ser víctimas de un peligroso vacío de valores, ¿no es, acaso, la cruz la que os está interpelando?

Una difundida cultura de lo efímero, que asigna valores sólo a lo que parece hermoso y a lo que agrada, quisiera haceros creer que hay que apartar la cruz. Esta moda cultural promete éxito, carrera rápida y afirmación de sí a toda costa; invita a una sexualidad vivida sin responsabilidad y a una existencia carente de proyectos y de respeto a los demás. Abrid bien los ojos, queridos jóvenes; este no es el camino que lleva a la alegría y a la vida, sino la senda que conduce al pecado y a la muerte. Dice Jesús: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará» (Mt 16, 24-25).

Jesús no nos engaña. Con la verdad de sus palabras, que parecen duras pero llenan el corazón de paz, nos revela el secreto de la vida auténtica. Él, aceptando la condición y el destino del hombre venció el pecado y la muerte y, resucitando, transformó la cruz de árbol de muerte en árbol de vida. Es el Dios con nosotros, que vino para compartir toda nuestra existencia. No nos deja solos en la cruz. Jesús es el amor fiel, que no abandona y que sabe transformar las noches en albas de esperanza. Si se acepta la cruz, genera salvación y procura serenidad, como lo demuestran tantos testimonios hermosos de jóvenes creyentes. Sin Dios, la cruz nos aplasta; con Dios, nos redime y nos salva.

5. Todo esto es posible, como sabéis, gracias al sacramento del bautismo, que nos une íntimamente a Cristo muerto y resucitado, y nos da el Espíritu Santo, el Espíritu del amor, que brotó del misterio pascual y se derramó en abundancia sobre cuantos confirman su bautismo con el sucesivo sacramento de la confirmación. … Quiero recordar que vivir el bautismo significa aceptar la cruz con fe y amor, no sólo en su valor de prueba, sino también en su inseparable dimensión de salvación y resurrección.

[…] Hoy queremos gritar a cada habitante de nuestra ciudad: «Toma la cruz», acéptala, no dejes que los acontecimientos te hundan; al contrario, vence con Cristo el mal y la muerte. Si haces del evangelio de la cruz tu proyecto de vida; si sigues a Jesús hasta la cruz, te encontrarás a ti mismo plenamente.

Amadísimos jóvenes, como conclusión de nuestro sugestivo encuentro, tomad vuestra cruz y llevadla como mensaje de amor, de perdón y de compromiso misionero por las calles de Roma, a las diversas regiones de Italia y a todos los rincones del mundo.

Que os acompañe María, que permaneció fiel al pie de la cruz junto al apóstol Juan; os protejan los numerosos santos y mártires romanos. También yo estoy cerca de vosotros con mi oración, mientras con afecto os bendigo a todos.

 

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