¿Por qué al apóstol Santiago el Mayor se le llama Hijo del Trueno?
En el día dedicado a la celebración del patrón de España, Santiago Apóstol, es interesante adentrarse en la vida del santo que da origen y sentido a esta festividad. Empecemos por su apodo, el cual ha despertado curiosidad a lo largo de los siglos: «hijo del trueno». Aunque hoy en día no es un mote comúnmente utilizado, aparece en el Evangelio según San Marcos, en el Nuevo Testamento.
«Después, Jesús subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia él, y Jesús instituyó a doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar a los demonios. Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro; Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno» (Mc 3: 13-17)
Cuando Jesús instituyó a los Doce apóstoles, entre ellos se encontraban Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan, a quienes dio el apodo de Boanerges, que significa «hijos del trueno». Este apodo, según los Evangelios, podría haber sido puesto por Jesús como una expresión cariñosa que aludía al carácter fuerte, decidido y vehemente de los dos hermanos.
Si profundizamos en los Evangelios, encontramos momentos en los que este carácter se manifiesta; por ejemplo, San Lucas narra un episodio -en el capítulo 9- en el que Santiago y Juan deseaban invocar fuego divino sobre una ciudad de Samaria que no les brindó hospitalidad. Inmediatamente, Jesús los reprendió por desear tal cosa, lo que resalta esa fuerza impulsiva que llevó a su apodo.
El texto bíblico nos proporciona más datos biográficos sobre Santiago. Fue uno de los primeros en ser llamado por Jesús, cuando aún era un sencillo pescador que no tenía grandes aspiraciones más allá de su oficio diario. Además, estuvo presente en momentos cruciales de la vida de Cristo, como la resurrección de la hija de Jairo, la Transfiguración y en el Huerto de los Olivos, justo antes de que los romanos aprehendieran a su maestro para llevarlo ante el Sanedrín.
Después de experimentar la muerte y resurrección de Jesús, Santiago emprendió viajes por el mundo y, según la tradición, evangelizó Hispania (España). Cuenta la leyenda que predicó en Gallaecia (Galicia) y en otras partes de la península. Finalmente, murió en su tierra natal, Jerusalén, condenado a ser decapitado por orden del rey Herodes. Esta cruel muerte lo convirtió en el primer apóstol en ser martirizado, sellando su fe con un sacrificio supremo.
No obstante, la historia de Santiago no termina ahí. La leyenda continúa relatando que dos de sus discípulos, Atanasio y Teodoro, tomaron la responsabilidad de llevar su cuerpo desde España hasta Galicia en una mítica embarcación de piedra, costeando el Atlántico hasta llegar a las costas de Iria Flavia, donde habrían enterrado los sagrados restos del apóstol. La tradición cuenta que el obispo Teodomiro descubrió su tumba en el siglo IX, lo que marcó el inicio de las peregrinaciones a Compostela.
Desde entonces, Santiago se convirtió en uno de los destinos de peregrinación más importantes de la Edad Media en Europa. Las peregrinaciones continúan hasta nuestros días, y la figura del Apóstol sigue atrayendo a miles de personas que desean tener un encuentro espiritual en el camino que lleva su nombre. La catedral de Santiago de Compostela se erige majestuosamente como el punto final de este sendero que, además de ser un testimonio histórico y religioso, también representa un símbolo de unidad y espiritualidad para muchos creyentes.
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