• 18/12/2024

Santo Tomás de Aquino: ¿Padeció Cristo en el lugar apropiado?

Santo Tomás de Aquino: ¿Padeció Cristo en el lugar apropiado?

 

Objeciones por las que parece que Cristo no padeció en el lugar apropiado.
1. Cristo padeció en su naturaleza humana, que fue concebida por la Virgen en Nazaret, y que nació en Belén. Luego parece que no debió padecer en Jerusalén, sino en Nazaret o en Belén.
2. La verdad debe corresponder a la figura. Pero la pasión de Cristo estaba figurada por los sacrificios de la ley antigua. Y tales sacrificios se ofrecían en el templo. Luego también Cristo debió padecer en el templo, y no fuera de las puertas de la ciudad.
3. La medicina debe responder a la enfermedad. Ahora bien, la pasión de Cristo fue medicina contra el pecado de Adán. Pero éste no fue sepultado en Jerusalén, sino en Hebrón, pues en Jos 14,15 se dice: El nombre primitivo de Hebrón fue Quiryat-Arbé; Adán, el mayor de todos, fue enterrado allí, en tierra de los Anaquitas. Luego parece que Cristo debió padecer en Hebrón y no en Jerusalén.
Contra esto: está lo que se lee en Lc 13,33: No es posible que un profeta perezca fuera de Jerusalén. Por consiguiente, padeció oportunamente en Jerusalén.

Respondo: Como se escribe en el libro Octoginta trium quaest., el Salvador lo realizó todo en los lugares y en los tiempos apropiados, porque, así como todas las cosas están en sus manos, así también lo están todos los lugares. Y, por consiguiente, lo mismo que Cristo padeció en el tiempo debido, igualmente padeció en el lugar oportuno.

Soluciones a las objeciones:
1. Cristo padeció convenientísimamente en Jerusalén.
Primero, porque Jerusalén era el lugar elegido por Dios para que allí le fueran ofrecidos los sacrificios. Tales sacrificios figuraban la pasión de Cristo, que es el verdadero sacrificio, según aquellas palabras de Ep 5,2: Se entregó a si mismo como hostia y oblación de suave olor. Por lo cual dice Beda, en una Homilía, que acercándose la hora de la pasión, quiso el Señor acercarse al lugar de la pasión, es decir, a Jerusalén, adonde llegó cinco días antes de la Pascua; como el cordero pascual, cinco días antes de la Pascua, esto es, en la décima luna, era llevado al lugar de la inmolación, conforme al precepto de la ley (cf. Ex 12).

Segundo, porque la eficacia de su pasión debía extenderse por todo el mundo, quiso padecer en medio de la tierra habitable, es decir, en Jerusalén. Por esto se dice en Sal 73,12: Dios, nuestro Rey antes de los siglos, Él realizó la salvación en medio de la tierra, es decir, en Jerusalén, de la que se asegura ser el ombligo de la tierra.
Tercero, porque esto convenía en grado sumo a su humildad, es a saber: para que, como eligió el más infame género de muerte, así también correspondió a su humildad el no rehuir padecer la ignominia en un lugar tan célebre. Por lo que el papa León, en un Sermón de Epifanía, dice: El que había tomado la forma de siervo, prefirió Belén para su nacimiento, Jerusalén para su pasión.

Cuarto, para hacer ver que la iniquidad de los que le mataron tuvo su origen en los príncipes del pueblo. Y por eso quiso padecer en Jerusalén, donde ellos vivían. De donde, en Ac 4,27, se dice: Juntáronse en esta dudad contra tu santo siervo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel.

2. Cristo no padeció en el templo o en la ciudad, sino fuera de sus puertas, por tres motivos.
Primero, para que la verdad correspondiese a la figura. Pues el novillo y el macho cabrío, que se ofrecían en sacrificio solemnísimo para expiación de todo el pueblo, eran quemados fuera del campamento, como está mandado en Lv 16,27. Por lo cual se dice en He 13,11-12: Los cuerpos de aquellos animales cuya sangre, ofrecida por los pecados, es introducida en el santuario por el pontífice, son quemados fuera del campamento. Por lo cual también Jesús, afín de santificar a su pueblo, padeció fuera de las puertas.

Segundo, para darnos así ejemplo sobre el modo de salir de la vida mundana.
Por eso, en el mismo pasaje se añade: Salgamos, pues, a El fuera del campamento, cargando con su oprobio (v. 13).
Tercero, porque, como dice Crisóstomo en un Sermón de Pasión, el Señor no quiso padecer bajo techado, ni en el Templo judaico, para que los judíos no sustrajesen furtivamente el sacrificio de la salvación, y para que no pensasen que sólo se había ofrecido por aquel pueblo. Y por eso padeció fuera de la ciudad, fuera de las murallas, para que comprendas que el sacrificio es común, que es la oblación de la tierra entera, que la purificación es común.

3. Como escribe Jerónimo In Matth., alguno explicó el «lugar del calvario» porque allí fue sepultado. Adán, y, en consecuencia, que fue llamado así porque allí fue enterrada la cabeza del primer hombre. Esta interpretación es bien acogida y halaga los oídos del pueblo, pero no es cierta. Fuera de la ciudad, y fuera de las puertas, hay lugares en que son decapitados los condenados, y por eso se han llamado «calvarios», esto es, «lugar de los decapitados». Por eso fue crucificado allí Jesús, a fin de que los estandartes del martirio fuesen erigidos allí donde antes estaba el lugar de los condenados. En el libro de Josué, hijo de Nun, se lee que Adán fue sepultado junto a Hebrón.

Y Jesús debía ser crucificado en el lugar común de los condenados, más bien que junto al sepulcro de Adán, con el fin de hacer ver que la cruz de Cristo era el remedio no sólo contra el pecado personal de Adán, sino contra los pecados del mundo entero.

 

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